*por Malú Machuca Rose. Publicado el 2015 en una sección antigua de Crónicas de la Diversidad que ya no existe.
Cuando me preguntan qué es el poliamor y necesitan una respuesta rápida, siempre les digo que es, en primer lugar, una filosofía de vida y no un tipo específico de relación, que se opone a la monogamia y también a las sacadas de vuelta, y se basa en el respeto a los deseos del resto, en la comprensión de que el cuerpo de otra persona no te pertenece y no tienes el monopolio sobre sus afectos, y en el compromiso de crecer juntxs. El poliamor no es un tipo de relación porque no se limita a hablarnos sobre lo romántico o sobre nuestros vínculos sexo-afectivos, sino que nos habla sobre una forma de entender nuestras relaciones con todas las personas, amigos, parejas, puntos de una noche, compañeras de lucha, y demás.
El principio básico de esta filosofía es el de tratar a tus parejas más como tratas a tus amigas: no tomarlas por sentado, darles confianza para hablarte cuando algo no funciona, darles espacio de equivocarse – y a la par, tratar a tus amigas más como tratas a tu pareja: hacer tiempo especial para ellas, dedicarte a construir una relación bonita, comprometerte con sus sueños y sus vidas. Y el poliamor también es muchas cosas más, no sólo es esta filosofía que se opone a la monogamia y a la sacada de vuelta, sino que también se opone al patriarcado, al capitalismo, y a todos los sistemas de opresión que pretenden que las marginales sigamos desarticuladas. El poliamor nos ofrece una posibilidad para mirar a todas las personas como potenciales vínculos, a todos los cuerpos como bellos, y al mismo tiempo, importantes en su diferencia. Creo que este es un componente crucial para entender cómo se siente ser poliamorosa.
En el capitalismo heterosexista, el amor es un mercado, en el cual una es una mercancía que entra en competencia con otras por el mejor postor (pues es el hombre el que selecciona a la mujer), según características en las que una puede ser “mejor” o “peor” que la otra. Estas características son fáciles de identificar porque abundan nuestro espacio como mensajes que interiorizamos: que es mejor ser más flaca, más blanca, más rubia, más depilada, más tonificada, más femenina, vestidas con ropa de marca, más a la moda, con los dientes perfectos y con opiniones que no cuestionen a nuestra pareja. Esta competencia nos distrae de la posibilidad de formar relaciones de sororidad con otras mujeres, y de imaginarnos otras posibilidades para nuestros cuerpos y para nuestros deseos. Se nos corroe la mente para encontrar atractivo un ideal de belleza inalcanzable frente al cual somos constantemente inadecuadas. Parte fundamental de vivir mi mariconada, mi pansexualidad, mi ser queer desde el cuerpo ha partido por este reconocimiento de que lo más bello de conocer muchas personas es que en cada una de ellas hay una posibilidad de conexión distinta que en la otra, y que mi conexión con una no tiene por qué amenazar mi vínculo con otra, porque cada una parte de un lugar distinto y especial.
Y es que sí somos personas distintas y no buscamos ser iguales, o la media naranja de la otra. Me pasa con una de mis compañeras . Yo entiendo que ella necesite estar con su otra compañera, que es lesbiana como ella. Ella entiende cuando yo me encuentro con otra pansexy como yo, mi necesidad de explorar deseos sadomasoquistas en otros espacios, mi propia búsqueda como género-disidente al encontrarme con otros cuerpos que no se rigen por el binario. Desde el feminismo y la disidencia vemos que el amor y el sexo son no solo políticos, sino además espacios importantes para la exploración, para la afirmación ontológica, para la resolución de traumas, para la sanación, para el goce. Nos basamos en la compersión, que es el valor opuesto a los celos, donde la felicidad de la otra persona es tu felicidad, y saber de sus otros vínculos que le hacen bien y le hacen feliz, te pone contenta. Tampoco ignoramos los celos cuando aparecen o intentamos ocultarlos, sino que buscamos trabajarlos desde la autoconciencia y el diálogo. Ese es otro aspecto central del poliamor: deconstruir lo que años de cultura heterosexista y patriarcal ha implantado en nosotras.
El poliamor no es “tengo sexo con quien quiero e igual tengo mi flaquita”, sino que implica el cuidado de las personas con las que una se vincula y sus necesidades, cuestionando la forma en que construimos entre nosotras relaciones de poder. Poliamor es reconocer cómo cada una de tus relaciones impacta a las demás, y no culpar a nuestras parejas por lo que sienten. Es asumir nuestra responsabilidad cuando somos hirientes, aun cuando no haya sido nuestra intención. Es saber que no existe garantía de que todo lo que hagas va a estar bien con tus parejas o tus comunidades, pues cada una opera bajo distintos traumas, deseos, dolores – y tenemos que trabajar en cómo reconocer y asumir responsabilidad por nuestras acciones. Es entender la importancia del consentimiento informado, y comunicarle a tus parejas las cosas que deberían saber antes de estar contigo. Es no omitir información importante, especialmente cuando es difícil. Es no escudarte bajo la identidad poliamorosa o no-monogámica para librarte de asumir responsabilidad.
El poliamor no es “hago lo que quiero”, sino más bien “tengo la libertad de explorar mis vínculos, deseos y necesidades de manera abierta y transparente, con responsabilidad y cuidado por los y las demás”.
Tal vez lo más revolucionario del poliamor sea la recuperación de aquella energía femenina que se centra en la emoción y el cuidado para revalorarla como algo importante. Hoy en día vemos elevarse como discursos progresivos aquellos que celebran el sexo casual y sin compromiso como una posibilidad de placer para las mujeres y sujetas disidentes. Casi como proponerle a las mujeres que pueden ahora vincularse con otros cuerpos sin asumir mayor responsabilidad con el otro, “como hombres”. ¿Es esa la revolución que estamos buscando, la que nos va a llevar a la liberación? Las feministas francesas nos hablaban de la jouissance, fuente de placer creativo de las mujeres o de la energía femenina, búsqueda de placer a nivel mental, físico, espiritual y político sin límites, en libertad de la opresión al escapar de los vínculos jerárquicos. En el poliamor, la posibilidad de vincularnos no sólo a nivel físico, sino emocional, político, intelectual, artístico, o como queramos – sin que eso tenga que fijarse en un modelo pre-delimitado de relación, nos abre las puertas para explorarnos como seres humanos que pueden encontrarse de muchísimas maneras. Y en esas posibilidades, miles de potenciales de revolución.