Por Ho Amat y León Puño
El ingreso de ocho integrantes del Frepap al congreso, ha hecho perder el norte a mucha gente. Ello resulta desconcertante, pues ha revelado, de manera lamentable, cuan ensimismados y fragmentados estamos como sociedad. Desde el momento en que se anunció el triunfo del Frepap, se desataron, en redes sociales, comentarios, opiniones y argumentos poco razonables, para dar cuenta de la presencia de este “oscuro” partido, el brazo político de un grupo religioso, entre las nueve agrupaciones que hoy constituyen el entrante congreso peruano.
De un lado, las opiniones racistas y clasistas se multiplicaron, mostrando un absoluto desprecio y subestimación tanto por votantes, como por personas electas. Presenciamos desde gente repitiendo ad nauseam la palabra “electarado”, hasta burlas por la indumentaria y el nivel educativo de las y los frepapistas. Por otro lado, hubo muchas personas “asustadas”, casi aterrorizadas, por la elección del Frepap, cuando apenas se trataba de una bancada mediana en un congreso bastante fragmentado.
Una lectura preocupante proviene de ciertos sectores de izquierda, quienes romantizan al Frepap por su origen de clase, como si “venir de abajo” fuera automáticamente remarcable y encomiable. No todo lo popular resulta reivindicable. Al respecto, Marx hablaba del lumpemproletariado, refiriéndose a grupos de extracción popular, sin conciencia de clase y susceptibles de alinearse con los intereses de la burguesía. Sin ir muy lejos, las Sturmabteilung o “SA” nazis provenían de clases populares.
En el caso del Frepap, si bien varias de sus propuestas de campaña los aproximan a la izquierda, es innegable que son un grupo conservador en muchos aspectos sociales (son el brazo político de un grupo religioso fundamentalista y sectario, en donde, al parecer, para ejercer como político hay que ser israelita). Parafraseando al historiador Mario Meza, lo más probable es que de aquí en adelante, el Frepap se alíe de manera firme con el conservadurismo en materia de derechos de mujeres y personas LGBT y tenga un acercamiento muy precario a la izquierda en materia de políticas sociales.
Sumémosle a ello, que estamos hablando de una agrupación sobre la que, a nivel de integrantes y como organización, recaen denuncias de participación en la tala ilegal, el tráfico de terrenos, el narcotráfico y la trata de personas. Y si para algunas gentes, la tala ilegal y el tráfico de terrenos no son “delitos tan graves”, no puede decirse lo mismo sobre esclavizar personas (trata) o acumular denuncias sobre secuestros, violaciones y asesinatos ligados al narcotráfico (como informan la policía brasileña y Devida).
Un último punto preocupante, tiene que ver con el hecho de que no hay una línea divisoria clara entre la congregación israelita y el partido Frepap, por consiguiente, la separación de política y religión no guiaría necesariamente el accionar parlamentario frepapista, con todas las implicancias negativas que ello suponga para la vida democrática del país.
Resulta preocupante que haya gente, que ensalce este hecho y no lo vea problemático. Si en el pasado la unión de iglesia y Estado acarreo persecuciones, guerras y matanzas, con los modernos Estados de occidente, las dinámicas variaron poco. Los partidos más próximos a confesiones religiosas fueron los mayores defensores del colonialismo y la opresión de otros pueblos (en Asia y África). Es innegable, entonces, que la religión no contribuye a la construcción de ciudadanías. La fe como base de las políticas públicas siempre acarreó el desconocimiento de derechos (tal como ocurre hoy cuando grupos cristianos se oponen al reconocimiento de derechos de mujeres y personas LGBT). En consecuencia, preocupa que un partido político se articule en torno a un grupo religioso. Esto no puede ser pasado por alto, a la hora de aproximarse al Frepap.
Este es, a grandes rasgos, el panorama de extravió que nos ha dejado la irrupción del Frepap, como segundo partido más votado en estas últimas elecciones.