Por David Mariño, director ejecutivo de la asociación de Ateos de Bogotá
Dos hombres se besan en el estadio ante la multitud de hinchas de uno de los equipos más seguidos del país, en una de las regiones más conservadoras y homofóbicas de Colombia. El acto crea un revuelo nacional en noticias y, por supuesto, en redes sociales, miles de personas, en particular los extremistas religiosos, comentan lo degradada que está nuestra sociedad y cómo necesitamos que el dios de los cristianos haga un exterminio como el que supuestamente hizo con los miles de hombres, mujeres embarazadas, bebés, niños y abuelos e incluso perritos y gaticos o animales de granja al ejecutarlos a todos sin contemplación en las ciudades de Sodoma y Gomorra.
Piden con los puños levantados al cielo que la venganza de su dios caiga sobre estos depravados que están corrompiendo a nuestros niños y destruyendo la familia tradicional de papá y mamá, y claman porque sus pastores -ahora convertidos en políticos- declaren estas manifestaciones de cariño como algo prohibido y digno de cárcel o incluso de pena de muerte, como si viviéramos bajo los ojos acusadores de un miliciano del estado islámico que ejecuta gays porque el Imán de turno se lo indicó así y porque su profeta así lo dejó dicho hace 12 siglos en un libro.
Dos muchachos se expresan cariño en un centro comercial tan solo tomándose las manos y, quizá acariciándose el rostro, mientras contemplan distraídos a un grupo de niños que juegan en un sitio destinado para ello en un centro comercial. Un energúmeno se acerca y los agrede física y verbalmente y los acusa injustificadamente de estar practicando actos lascivos delante de los niños y de ser unos violadores que están a la caza de infantes. Los jóvenes homosexuales, sorprendidos, graban la escena mientras decenas de espectadores, incluidos los niños, ven cómo el violento individuo, que resultó ser seguidor del partido de ultraderecha que gobierna al país (el centro democrático), los amenaza e insulta soezmente.
Los jóvenes deciden acudir a la policía para buscar protección, pero resultan multados por supuestamente subvertir el orden público. Muchos, en redes sociales y en la calle consideran que la policía actuó bien, que ese violento hombre que agredió a los muchachos solo estaba actuando como un buen padre que protege a sus niños y que los verdaderos culpables de pervertir la moralidad y buenas costumbres son esos desgraciados promotores de la supuesta ideología de género.
Esos muchos que opinan lo anteriormente expuesto son, en particular, los religiosos y seguidores de este partido de ultraderecha, que es el mismo que se opuso al tratado de paz con las guerrillas marxistas del país, el mismo que eligió en dos ocasiones por presidente a Álvaro Uribe Vélez, ese macabro presidente en cuyos gobiernos se llevaron a cabo, con el apoyo del ejército, las peores masacres de la historia del país, y el mismo que convirtió a Colombia en el país con mayor cantidad de desplazados internos del mundo, incluso más que Siria y Afganistán.
Y así podría continuar ad infinitum con historias que aparecen casi semanalmente en los diarios, la radio y televisión local y que a veces trascienden al ámbito nacional, pero que son simplemente la punta del iceberg de la homofobia y el machismo inherente en nuestra cultura heredada de la tradición religiosa. Tradición impuesta primero por parte de la Iglesia católica, que desde hace poco más 200 años que se fundó la República de Colombia ha tratado de imponer su visión distorsionada, no basada en la evidencia, sino en el prejuicio sobre la sexualidad humana. Una visión sobre los roles que se deben seguir según su dios, y a los que les interesa más lo que hacen dos adultos con pleno consentimiento con sus genitales, que la violación y encubrimiento sistemático de dichos violadores de niños, que ha tenido como política dicha organización criminal.
Tradición ahora impuesta y perpetuada por los falsos nuevos “nacidos en cristo” cristianos evangélicos que, cual fariseos modernos, no siguen los consejos de su supuesto salvador de “no juzgar para no ser juzgados” y de “que tire la primera piedra el que esté libre de pecado”, sino que, para justificar su odio, usan otras palabras de su ídolo para condenar a los que no se portan o piensan como él, cuando supuestamente este bello mesías dijo: “El que no está conmigo está contra mí” y cuando dijo “a estos le espera el lago de fuego de azufre” o cuando citan al mayor predicador del evangelio “del amor”, Pablo de Tarso, quien dijo: “9- ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,10- ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10), o cuando citan: “26- “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,27-y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. 28Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:26-28).
Sin contar los textos en el antiguo testamento que invitan a asesinar a los homosexuales como en Levítico 20:13, que dice: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron: ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre”.
Cabe destacar que estos grupos, que ahora constituyen en Colombia unas 10 millones de personas, son los que hacen marchas gigantescas contra un invento perverso de parte de los fanáticos como el de la supuesta ideología de género y contra una ministra lesbiana (quien se vio obligada a renunciar), solo porque esta quería hacer cumplir una sentencia de la Corte Constitucional que mandaba a que se impartiera educación sexual integral para evitar el matoneo en los colegios, matoneo que llevó al suicidio de un adolescente ateo y gay, Sergio Urrego, y que ha llevado a miles de jóvenes a sufrir en silencio.
Pero estos mismos no hacen marchas contra los sacerdotes y pastores violadores de niños, ni contra los miles de personas entre ellos mismos que fornican a diario, o se emborrachan o cometen adulterio, ni contra los avaros o estafadores de entre sus pastores o líderes políticos que colocan a Colombia entre los países más desiguales del mundo y con mayores tasas de corrupción.
Por el contrario, son en general maldicientes y a todo aquel que les señala su hipocresía lo condenan y amenazan. De hecho, por sus comentarios en redes sociales o en privado, si pudieran lo exterminarían como lo hacen los fanáticos del estado islámico o lo decapitarían o ahorcarían como hace el gobierno de Arabia Saudita, o tal vez como votaron por el NO al tratado de paz, preferirían volver al tiempo en que los grupos paramilitares, apoyados por el gobierno de Uribe, hacían “limpieza social” secuestrando, torturando, exhibiendo desnudas ante todo el pueblo a las chicas transexuales y luego asesinándolas, como remedio a la supuesta depravación, sin siquiera sonrojarse y ni pensar que son ellos los perversos homicidas que solo no querían ensuciarse las manos, pero ya tenían sucio su corazón con el odio que destilaban con su boca y que ahora destilan a través de un teclado.
*Artículo recibido el 11 de mayo del 2019. Los artículos de nuestros colaboradores no son necesariamente las opiniones de Crónicas de la Diversidad.