por Vero Ferrari
Son 13 las películas que compiten en esta ocasión en el 16° Filmocorto, la sección competitiva de cortometrajes del 28° Festival de Cine de Lima PUCP. Ocho directoras y ocho directores buscan hacerse acreedores de los premios a Mejor Cortometraje (600 dólares), Premio Especial del Jurado (300 dólares) y Premio del Público (200 dólares) otorgados por el jurado compuesto por Fabrizio Aguilar, Paula Féliz-Didier y Jorge Acevedo. En este apartado queremos destacar cortometrajes que ya han tenido estreno nacional y/o internacional con premios y buenas críticas, como:
– “Ovejas y lobos” de Alexis Fischman Cárdenas -director de “Alienación”- y con una vasta experiencia en realización de comerciales en Estados Unidos- estrenado en el Festival de Clermont-Ferrand, y ganador de los premios a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Fotografía (Jesse Bronstein) y Mejor Actriz (Sylvia Majo) en el First Run Film Festival NYU.
– “Devenir rosa”, un sensible retrato de la abuela de la directora, guionista y productora Valeri Hernani, estrenado en el 28° Festival de Málaga en marzo de este año y ganador a Mejor Película en la competencia Perú Emergente en el 15° Festival Al Este y Mejor Cortometraje en el 6° Festival Hecho por Mujeres. Hernani ya había participado antes en el 14° Filmocorto con “En el nombre de mi madre”.
– “Nueva Esperanza”, del director y profesor de cine Carlos Rentería, ganador de una Mención Especial en la Competencia Latinoamericana de Cortos en el 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata “por su textura onírica para retratar paisajes cotidianos inmersos en la contingencia de la pandemia con una mirada sensible y no convencional”. Rentería también participó en el 8° Filmocorto con “La intención de cortar, cerrar, limpiar” (2014).
Víctor Augusto Mendívil vuelve a ser seleccionado en un Filmocorto –participó en la edición 15 con “¿Quién es?” – con el documental “Ojalá pudiera decir la verdad”, sobre su tío, Jorge Luis Mendívil, periodista de El Observador y uno de los mártires más jóvenes de la masacre de Uchuraccay ocurrida en 1983.
Están presentes dos cortometrajes de animación de muy buena factura: “10K seguidores”, una distopía ciberpunk que juega con diversas técnicas de animación, y “Para”, un drama que refleja la violencia hacia las infancias, en una sana inclusión de este tipo de películas, como ya viene siendo costumbre en los filmocortos anteriores: “Hampuy” y “El Faro” en el 15°; “Bugs” y “La Vulvalaxia” en el 14°; “Y así aparecieron los ríos” en el 13°.
Los documentales “Herencia”, del director ayacuchano Jim Paz Javier, en clave de testimonio; “Querido Pequeño Haití”, una carta de despedida a un lugar amado, de Diana Larrea, ganadora de un Emmy y afincada en Miami; “Puquio”, el abandono en la piel de una anciana quechuahablante, de Samantha Ávila, con base en México; y “Recuerdos de casa”, ensayo audiovisual a través de los recuerdos del documentalista Jesús Alvarado; así como las ficciones “Un vestido para Yaqui”, un relato feminista en los Andes, de la actriz y directora cubana Olivia Manrufo (a quien pudimos ver en “El caso Monroy”); “Wenceslao del Prado”, tal vez el único corto de género realizado por Nicolás Ruiz y Daniel Ballón; y “Amigo”, del director cusqueño Alain Dorado.
En este último cortometraje nos gustaría detenernos debido a la desazón que nos causó que la única película con temática LGTBIQ+ fuera una que destilara homofobia de inicio a fin. Solo con leer la sinopsis nos vamos dando cuenta de ello: “Una extraña amistad se forma a través de una conversación atrevida e inoportuna, El Sujeto y El Marik dedican su tiempo tomar (sic), drogarse y sobre todo a compartir momentos con conversaciones supuestamente interesantes, ambos extasiados compiten ebrios por las calles del cusco (sic), sin embargo, la rutina hace que el sujeto se cuestione si realmente merece continuar con esta caótica y deshornada (sic) situación y sobre todo si realmente merece su amistad”.
La película construye a un personaje homosexual que irrumpe en la vida de El Sujeto para desordenarla, que alardea de su dinero, que lo persigue a pesar del rechazo, que le hace insinuaciones obscenas, que incluso intenta propasarse con él en un momento de borrachera, y que, de alguna forma, recibe un castigo “ejemplar” por ser como es: borracho, drogadicto y maricón. El Sujeto desprecia a El Marika, a pesar de que pasan largas e intensas noches juntos, de que comparten intimidades, juegos y cuidados, y de que El Marik se desvive invitándole tragos y drogas. Nada de eso hace posible la amistad entre ellos, El Sujeto siempre despreciará al Marika por ser Marika, el Marika siempre irá detrás del Sujeto sin importarle su continua deshumanización. En la parte final, también como si fuera un juego, el Sujeto permite que El Marika sea golpeado brutalmente, y a sus gritos de ayuda solo responde con un gesto de burla y una sonrisa, feliz por ver como golpean al Marika. El Sujeto es un bueno para nada y es tan despreciable como El Marika, pero frente a dos seres despreciables, hay uno que lo es más, y ya sabemos de quién se va a tratar.
El cine puede cumplir muchas funciones -estética, política, social, pedagógica, evasiva, poética, documental, etc., y puede ser propaganda, manifiesto, apología, pronunciamiento o reacción-. No se hace cine para enseñar nada, pero se enseña, y no se hace cine para cambiar vidas, pero se cambia, y no se hace cine para generar justicia o reparación, pero muchas veces se hace justicia y se repara. El cine puede contener diferentes puntos de vista, múltiples miradas, diversas perspectivas, de eso no tenemos la menor duda. El cine ha servido tanto para afianzar el racismo como para denunciarlo, para acrecentar el odio tanto como para desarmarlo, para ampliar horizontes como para achatarlos cuando ha sido usado por la intolerancia. El cine ha servido para construir sujetos y perpetuar los imaginarios sobre ellos, los ejemplos sobran, mujeres, afrodescendientes, indígenas, orientales, neurodiversos, izquierdistas, pobres y lgtbiq+, entre muchos más, solíamos ser aquello que debía controlarse o exterminarse. Y cuando tomamos las riendas de nuestros destinos y nuestras historias, las cosas fueron cambiando. No es fácil sacarse de encima siglos de miedos, prejuicios y estigmas, pero ya no cuesta tanto, por lo menos en estos tiempos.