«Somos responsables de crear las imágenes del futuro». Charlamos con el cineasta Marcelo Caetano sobre su película Baby.

Marcelo Caetano

Entrevista: Gustavo Ochoa Morán
Fotografía: Fabio Audi

Entre el 8 y el 17 de agosto, el Festival de Cine de Lima, organizado por el Centro Cultural y la Filmoteca PUCP, trajo a nuestra ciudad un variado listín de películas latinoamericanas y nacionales en competencia. Su programación incluyó homenajes y muestras internacionales que nos permitieron conocer cinematografías de otros territorios. Entre los cineastas invitados estaba Marcelo Caetano (Belo Horizonte, 1982), quien presentaba su tercer largometraje, Baby, una película sobre homosexualidad, amor, ruptura, marginalidad y resistencia colectiva. Marcelo ha tenido la gentileza de conversar con Crónicas de la Diversidad y responder algunas inquietudes a raíz del visionado de su película.

G.O.: Hola, Marcelo. Felicitaciones por todos los logros de tu película y gracias por aceptar brindarnos esta entrevista. En Baby, Wellington, un adolescente recién salido de una correccional, se encuentra literalmente en el abandono ya que su familia decidió mudarse a otro Estado. En este nuevo periplo, conoce a Ronaldo, un hombre de 42 años, con quien inicia una relación de amor y de supervivencia en el trabajo sexual en las calles de São Paulo mientras busca a su madre. Coméntanos, ¿cómo fue germinando este proyecto y cuáles fueron las motivaciones para contar una historia desde este lado de la sociedad y entre dos personajes con esta diferencia generacional? 

M. C.: Mis películas surgen motivadas por deseos cinematográficos. En Baby quería hablar sobre el movimiento. Tanto el cine en cuanto movimiento, así como el movimiento de los personajes y de la ciudad. Mi propuesta fue hacer una película en la que cada escena tuviera o la cámara en movimiento, o los actores en movimiento o el fondo de la toma, la ciudad, en movimiento. Quería hablar de personajes que no pueden parar, que tienen que moverse para sobrevivir. Las personalidades de los personajes también cambian a lo largo de la narración, revelando el movimiento psicológico inherente a cada uno de nosotros.

G.O.: Eres director y también guionista de tu película. ¿Cómo llevaste el proceso de investigación y escritura de la trama? Pregunto esto debido a la presencia constante de temas transversales ligados a la homosexualidad, como son las desigualdades, la precariedad económica, el abandono, los riesgos del trabajo sexual, las adicciones, etc. ¿Cómo lograste tratar adecuadamente todas estas temáticas que iban cruzándose en tu historia?

M.C.: Baby no pretende ser una representación de Brasil ni de su realidad. La película es el resultado de mi deseo y mi visión. No sé si el tratamiento de los temas es el adecuado, pero el tratamiento concuerda con mi deseo. Lo que busco al crear una historia es respetar la singularidad de mi perspectiva, aunque pueda diferir de los hallazgos de las ciencias sociales o de las banderas del activismo. Sería demasiado pedir a una película que cubra temas tan complejos como las desigualdades que (des)estructuran países como Brasil y Perú. Pero si vamos a mirar el proceso creativo, los guiones que escribo se basan en una mezcla de observaciones personales con la experiencia de las calles de São Paulo. Por eso, me interesan tanto mis sentimientos más íntimos como las historias de mis vecinos, amigos y amantes. Me gusta hablar de los otros, hacer películas basadas en la alteridad, pero siempre desde la empatía y la identificación.

G.O.: Otra de las temáticas que se sugiere es la violencia. El padre del protagonista, un policía retirado, nunca aparece, pero tenemos referencia de lo violento que había sido con su hijo en el pasado. Y otra presencia violenta es la policía, que circula por las calles y que supone un riesgo para los personajes dada la marginalidad en la que viven. Incluso, hay dos momentos de la película que, pensados en paralelo, me sugieren que el maltrato en la intimidad por parte de algunos clientes tiene una cierta similitud con la violencia de las redadas policiales (en el desnudamiento y en la trasgresión de los cuerpos marginalizados). ¿Pensaste en algún momento en estas similitudes o he hecho una lectura un tanto exagerada de las escenas?

M.C.: La lectura es correcta. La violencia está presente en diferentes estratos de la sociedad brasileña y Baby se ve afectada por la violencia íntima, laboral, familiar e institucional. Pero lo que intenté trabajar en todo momento con João Pedro Mariano fue que no aceptara el rol social de víctima. Es vulnerable a toda violencia, pero reacciona ante ella. A veces como luchador, a veces como bailarín. Por eso el boxeo y el voguing son tan importantes en las películas.

G.O.: Tu película refleja cómo las personas queer crean comunidad para protegerse y seguir adelante. Es el caso de Wellington con la nueva familia que forma con Ronaldo y, luego, con la comunidad ballroom que lo acoge. En otras de tus películas se puede percibir esa noción de grupo y comunidad. ¿Cómo fue que esta preocupación llegó a convertirse en un leitmotiv para ti?

M.C.: Creo que todas las personas que abandonan sus familias o sus lugares de origen para vivir su sexualidad enfrentan el tormento de la soledad. Las familias alternativas surgen como una posible estrategia para crear vínculos emocionales y económicos. Yo, como muchos hombres homosexuales, he experimentado esto. Y creo que es importante que hablemos de esto, ya que el término familia está actualmente en disputa en Brasil. Los grupos cristianos conservadores intentan encarcelar a la familia dentro de un concepto biológico y sanguíneo. Cuando, en realidad, estas familias biológicas a menudo dan la espalda a los jóvenes gays, lesbianas y trans. Si ni la familia, ni el Estado no son capaces de garantizar asistencia a estas personas, corresponde a los propios forasteros unirse y protegerse. Las familias alternativas son una especie de luz al final del túnel.

G.O.: Aunque se abordan una serie de problemáticas, la película tiene un tono alegre y no pretende centrarse en la conflictividad de la historia, sino que se enfoca también en la resiliencia de sus personajes. ¿Tuviste esto en cuenta desde el inicio de tu proyecto? 

M.C.: Sí. Para mí, filmar de forma sórdida a personas que ya están marginadas es realizar una segunda victimización. Y eso no me interesa. Somos responsables de crear las imágenes del futuro, las imágenes que inspirarán a las próximas generaciones a pensar en nuevos mundos y nuevas formas de existir. El cine del shock, el cine de lo sórdido, es retrógrado y sólo sirve para satisfacer las expectativas morbosas del espectador. Me gusta el drama, pero también me gustan los colores, la fiesta, la sensualidad. Y creo que el amor y el dolor están presentes en nuestras vidas en una danza constante. No habría ninguna razón para centrarse sólo en el dolor.

G.O.: En una conversación virtual con Alberto Castro, reconociste tres referentes importantes para Baby. Uno era una película queer hongkonesa de un director importante a nivel internacional: Happy together de Wong Kar-wai. Y los otros dos eran películas que forman parte de la historia del cine clásico brasileño: Pixote, del director de origen argentino Héctor Babenco, y La hora de la estrella, de la directora Suzana Amaral. Me gustaría indagar sobre aquello que encuentras en estas películas. ¿Por qué estas historias? Con Alberto mencionaste, también, a otros directores ya clásicos y que han sido necesarios para vernos reflejados como personas queer en el cine, como Almodóvar o Fassbinder. ¿Percibes un incremento de ese canon queer en el cine latinoamericano? ¿Crees que podemos ya vernos reflejadxs en historias más cercanas a nuestras realidades? 

M.C.: Empecé a tener un poco de miedo de hablar de referencias. Ellas sugieren que el proceso de hacer una película es muy racional, cuando en realidad el cineasta tiene que responder a lo que el mundo le presenta en el momento de filmar. Y es un proceso más intuitivo y más errático. Y creo que Baby es una película libre, se refiere a diferentes géneros, combina diferentes tonos de interpretación, diálogos con diferentes directores. Recientemente, la cineasta Mati Diop dijo que prefiere hablar de diálogos que de referencias, ya que la palabra referencia tiene un contenido patriarcal. Tiendo a estar de acuerdo. Y si pensamos en la lógica decolonial, los cineastas latinos rara vez citan a cineastas de sus países y de nuestro continente pese a que crecimos viendo la televisión y el cine nacionales. Estas formas impregnan nuestro inconsciente, incluso antes de que conozcamos el cine de autor europeo. Recuerdo el impacto de ver Central do Brasil (Walter Salles), Madame Satã (Karim Ainouz), A Hora da Estrela (Suzana Amaral), Pixote (Hector Babenco). Fue el cine brasileño el que me hizo querer ser cineasta, me hizo creer que era posible construir mis propias narrativas, sobre mi barrio, sobre las calles que cruzo.

Y es el cine brasileño el que aporta música, color y celebración a vidas que a menudo son marginadas. Es una característica de nuestro cine que realmente me conmueve.

G.O.: En uno de los conversatorios sobre diversidades LGBTIQ+ en el cine organizado por el Festival, comentabas la debacle que ha significado el desfinanciamiento de los proyectos artísticos de las diversidades por el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro y el hecho de que no exista un gremio de creadorxs queer en dicha área. ¿Cómo imaginas el futuro viendo, por un lado, la resonancia de tu film en festivales fuera de tu país y, por otro lado, la llegada de una nueva gestión de gobierno en el Brasil?

M.C.: Bolsonaro fue una pesadilla. Cuando hice mi primera película, en 2016, creía que una vez que obtuvieramos los derechos LGBT, habría un cambio en la sociedad. Pero la garantía de derechos no trajo mayor aceptación a nuestra comunidad. Por el contrario, los reaccionarios nunca habían estado tan organizados y violentos. Fue una gran experiencia de aprendizaje, ya que ahora sabemos que la lucha no debe parar con la llegada de los derechos. Y quizás por eso tenemos que aprovechar todas las alianzas políticas disponibles para hacer nuestras películas. Espero que en el futuro pueda contar mis historias más fácilmente, pero creo que la extrema derecha todavía ocupa espacios de poder relevantes como en la provincia y el municipio de São Paulo, gobernados por bolsonaristas. Es impredecible lo que va pasar con mis próximas películas, pero sigo luchando.

G.O.: Baby fue reconocida en el Festival de Cine de Lima con el Premio Gio a Mejor película LGBTIQ+ y con el Premio Gio a Mejor actuación para Ricardo Teodoro, ambos entregados por la revista Crónicas de la Diversidad junto con el Festival. Asimismo, ha logrado el Premio Sebastiane Latino, cuatro premios en el Festival do Rio de Janeiro (Mejor largometraje, Mejor actor, Mejor dirección de arte y el Premio Félix del Jurado a Mejor película LGBT+) y está haciendo un largo camino por festivales de Europa y Estados Unidos. Cuéntanos, ¿cómo están siendo tus encuentros con los públicos en los festivales y cuánto crees que el tema de la diversidad está logrando espacios de reivindicación dentro del cine?

M.C.: Lima cautivó, con un público cálido, una prensa inteligente y cinéfila. Hermosos encuentros con otros directores. Los premios Gio fueron un logro supremo y estoy eternamente agradecido por este reconocimiento. Ahora viajamos con la película, ganamos Mejor película en Biarritz, en el festival de Río y el Premio Sebastiane Latino en el Festival de San Sebastián. Acabo de regresar de Londres y me estoy preparando para el estreno en São Paulo el 24 de octubre. Hay muchas emociones, pero no me puedo quejar de nada. El bebé está volando.//

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