Por Julio Lossio (artículo publicado el 2012 en «Blog del Ocio, Crónicas de la Diversidad» )
Una novela gay escrita a finales de los locos años 20 (justo antes del inicio de la crisis económica mundial que se llevó abajo el suntuoso gobierno de Leguía y puso fin a la República Aristocrática en el Perú) y solo unos 30 años después que Oscar Wilde (el gran cínico influyente, padre de los “te destruyo” contemporáneos) había sido arrestado por sodomía, es de por sí un atractivo poderoso. Que esta novela, además, sea peruana la convierte en un Imperdible.
Es realmente deliciosa la lectura, en un tono de parodia light tipo “Un mundo para Julius”, del entorno gay NSE A de la época que sobrevivió a Abrahamcito Valdelomar: El Palais Concert, el Morris, las céntricas calles (muy limeñas) de La Amargura y Bodegones, el Country Club recién construido, el Club Nacional, el Club de la Exposición, el Club de Tiro Bolognesi, los clubes de foot-ball, el Lawn Tennis, las revistas Vogue y Cine Mundial, los cognacs, los piscos y las caspiroletas. Los Packards, Napiers y Citroen humeantes conducidos por sus chauffeurs. Y los valses, tangos compadritos, charlestons y fox trots salidos de fonógrafos Victor amanijados.
Quizá influido por las películas norteamericanas extremadamente heterosexualizadas, invisibilizada completamente la homosexualidad debido a la censura que duró allá hasta finales de los 50, mi imagen en blanco y negro de la primera mitad del siglo XX es de la inexistencia del mundo gay o, en el mejor de los casos, de un mundo completamente enclosetado. Por eso no deja de sorprenderme tremendamente (pero de una manera grata) encontrar en este libro una vida gay sumamente activa que brinda a viva voz en el mismísimo Palais Concert (el centro de una Lima sin locales de ambiente, sin refugios cobardes, sin ghettos) así:
“-¡El gran Teddy. Yo, don Pedro, cultor del amor macho –la ciudad lo sabe– te saluda!”
(página 35) *
Y luego, el mismo don Pedro, precisando ante sus amigos reunidos en el Morris, lo que buscaría en París:
“-Lo mismo ilustre don Pedro. Usted entra a un restaurante: dispepsia segura. Pide usted vino: siempre es falsificado. Busca usted una mujer…
“-¡No querido! Yo buscaría un doncel…”
(página 39)
Sin embargo, son hijos de su tiempo: se emborrachan con cocteles old-Tom y champaña en burdeles afrancesados, donde practican el sobrevalorado amor hetero en alcobas con retrato de Gloria Swanson, bidet de fierro aporcelanado y “primus encendido calentando una tetera con agua”. Y tienen enamoradas a las que les divierte su ambigüedad:
Beatriz (divertida): “Tus ojeras son lilas ¿Es una creación tuya?”
Teddy (atrapado): “No. Es un reflejo de tu traje…”
(página 54)
Es un mundo (otra vez desde mi visión de cinéfilo de películas antiguas) sorprendentemente tolerante (aunque luego te das cuenta que hipócrita del tipo “pecado pero no escándalo”):
Carlos Suárez Valle (sobre Beatriz): “…Usted viene a ser para ella el motivo de envidia de sus amigas, y el muchacho agradable que baila bien, que es fino, que es galante, que invita, y… ¡nada más! Es una exageración suya eso de asustarse…”
Teddy (temeroso que Beatriz quiera matrimonio): “Sí, ¿pero su padre?”
Carlos: “¡Bah! Astorga es un buen hombre que sólo tiene un vicio: los muchachos…”
Teddy: “¿Y le parece poco?”
Carlos: “No, pero… le gusta y se acabó”
Teddy (curioso de las inclinaciones de su amigo): “Y, ¿usted?”
Carlos: “No, no me gusta; esto es todo. Si me agradara, lo haría. Estas cosas de moral son cuestiones de costumbres, de climas, de conveniencias… A más de que “eso” no es sino una facultad, ya muy generalizada, de apreciar otro género de belleza a más del femenino…”
(página 63)
Y sorprendentemente tan parecido al mundo actual en su cinismo Wildeano del que hablaba:
Don Pedro: “…¡amo!»
Teddy o Carlos: “¿Y a quien angelito de Dios?”
Don Pedro: “Os diré, garzones: en una dorada tarde de enero…”
Carlos o Teddy: “¡No me vengas! ¡Desembucha y rápido!»
Don Pedro: “Un hermanito de Pepe Camacho… ¡Ay, Carlos! Recita algo, ¿quieres?“
Teddy y Carlos le llenaron de insultos. Un asco, sí señor, un asco.”
(página 67)
O en la expresión romántica de la amargura por la incomprensión social cuando Teddy le confiesa su amor al padre de Beatriz…
“-¿No comprendes que en esto hay una locura de la cual no puedo -¡Y no quiero!- escapar? Yo no te pido la brutalidad de… eso que adivinas. Te pido la… cosa efusiva de dos amigos que se estiman, se quieren, con un poco más de altura y sinceridad que esta gente estúpida no ve en “esto” sino la brutalidad inmediata, perentoria. Esa misma amistad de los griegos…”
(página 96)
*Las citas provienen de la edición de PEISAdel año 1973, Lima, 168 páginas.
Se puede bajar el libro completo (edición 1934) haciendo click aquí:
http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/863/1/FR1-L-000214-Diez_Canseco-Duque.pdf