El pasado 18 de febrero, Crónicas de la Diversidad vio cancelada su muestra de cine blasfemo debido a la clausura del MHOL en un inusitado proceso administrativo de la Municipalidad de Jesús María. Tras semanas de coordinación con otras instituciones, el evento se realizó finalmente en el local de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en Lince. Entre las películas programadas se encontraba el cortometraje La marea, uno de los últimos trabajos de la directora peruana Gisella Barthé. Como parte de los diálogos de este número, dedicado a la censura en las artes y contra las diversidades, Crónicas de la Diversidad invitó a Gisella a conversar sobre su cine y sus convicciones en un campo de producción tan complejo y tan atacado recientemente como lo es el cine nacional.
- CDLD: Hola, Gisella. En principio, agradecemos mucho tu disposición para charlar con Crónicas de la Diversidad. Por favor, podrías empezar contándonos un poco de ti, dónde naciste, de dónde es tu familia, dónde estudiaste y cómo decidiste dedicarte al cine.
Gisella: Nací en Lima. Mis padres son de Lima. Sé que mi abuelo tiene raíces francesas y que mi abuela es de Ayacucho. Estudié en un colegio de monjas, pero me expulsaron por herejía, según ellas. Descubrí el cine desde muy pequeña. Creo que fui a ver El jedi a los seis años y quedé tan fascinada que quería ir todos los días. Así que llegué a un trato con mi madre y si hacía mis deberes me llevaría dos veces a la semana. Con el transcurrir de los años, veía películas compulsivamente en casa, primero en VHS y luego en DVD, ya que era una adolescente solitaria. Cuando vi Lo que el viento se llevó, quedé conmocionada y lo único que pensé es que algún día haría una película.
Intenté estudiar Ciencias de la Comunicación buscando algo relacionado al cine, pero resultó una pérdida de tiempo. En esa época, la Filmoteca de Lima ubicada en el Paseo Colón proyectaba cine en 35 mm y siempre me perdía durante horas. Veía tres películas por día, era mi ritual y una forma de sobrevivir en una Lima aburrida, clasista, racista y homofóbica. Entre libros de cine y películas estudié de forma autodidacta, porque en este país hasta ahora no existe una escuela pública de cine.
- CDLD: A propósito de ello, sabemos que al igual que la escritura u otras disciplinas artísticas, la práctica cinematográfica puede requerir de los conocimientos sobre la historia del cine para saber cómo apropiarse de este lenguaje y expresarse con él. En ese sentido, ¿cuáles son los directores/as que admiras y que te han inspirado?
Gisella: Definitivamente Robert Bresson, Andrei Tarkovski, John Cassavetes, Yasujiro Ozu, Jean-Luc Godard, Ingmar Bergman, Agnès Varda, Chantal Akerman, Aki Kaurismäki y R. W. Fassbinder marcan un antes y un después en mi auto educación cinematográfica. Descubrir cada filme de ellos fue un aprendizaje, luego descubrí muchos directores. No me alcanzaría el espacio para mencionarlos, pero de los modernos agregaría también a Hong Sang-soo, Albert Serra, Miguel Gómez, Bi Gan y Lucrecia Martel.
- CDLD: En tus cortometrajes apuestas por revelar emociones y estados corporales antes que por contar historias exclusivamente lineales. En Existir (2005), El desahogo (2006), Desengaño (2010) y, también, en La marea (2019), tus personajes revelan estados de angustia o de contrariedad con el mundo. Incluso encontrándose en tránsito hacia algún lugar, el desarraigo se percibe como algo inevitable y, en ello, ni los ecos de la religión logran su promesa de salvación. ¿Cómo se fue estableciendo ese tratamiento en tus historias? ¿Las calificarías como nihilistas?
Gisella: Mi proceso siempre fue orgánico, no tenía dinero, ni pertenecía a grupo alguno. Hacia el año 2005, muchos directores de esa generación se iban fuera del país a estudiar cine. En lo personal vivía una época caótica emocionalmente y sin dinero, lo que resultaba complicado para sobrevivir. Fue la necesidad de contar historias lo que me hizo guerrear cinematográficamente. Para ello, me presté una cámara VHS y le dije a un asistente de limpieza de mi tío si quería actuar en un corto. Él no entendió nada, pero se dejó llevar y así empecé a hacer mi cine, con las herramientas que podía tener. Mis personajes son marginales tanto en lo espiritual como en lo social y siempre me ha atraído la gente invisibilizada, con tormentos espirituales. Hablar de nihilismo es filosofar, entonces, diría que soy una filósofa vagabunda queriendo hacer cine.
- Algunas de tus películas revelan un particular gusto por el blanco y negro, cierta textura contrastada y planos inquietos. ¿Cómo se fue creando ese estilo a nivel formal? ¿Qué crees que le ha aportado a tus historias?
Gisella: Inicié con el blanco y negro y movimientos inquietos de cámara, porque quería seguir la ruta de Godard. Pienso en su frase “Hago películas para hacer que el tiempo pase”. Y aunque fui construyendo así mi propia narrativa, aún me repregunto muchas cosas, más a nivel de los formalismos narrativos. Ahora me interesa dejar la cámara quieta, que el tiempo pase y los personajes se liberen con largas charlas, pero no descarto volver a la cámara en mano para una futura película.

- Tus cortos pueden contar con música intradiegética como extradiegética y has usado desde la ópera hasta la trova o poesía musicalizada. ¿Qué papel juega la música en la construcción de atmósferas?
Gisella: La música genera emociones. Soy muy instintiva para el montaje sonoro por un problema de sonidos fuertes que tengo en la cabeza. Primero, armo mi universo cinematográfico y, luego, lo transmito con el sonidista en post. La música en mis cortos ha generado una unión entre imagen y sonido creando sensaciones muy orgánicas e íntimas.
- CDLD: ¿Cómo describes tu interés por incluir a Santa Rosa en La Marea? ¿Y cómo fue el contacto con Hector Acuña/Frau Diamanda?
Gisella: Santa Rosa trans fue un sueño que tuve por el 2003, pero era inviable realizarlo. Con los años unos amigos me apoyaron, y si bien el rodaje no fue como yo quería, igual Santa Rosa quedó bien. A Héctor lo conozco de la vida, por un amigo en común y siempre supe que ella era Santa Rosa. La contacté y todo lo demás ya es historia.
- CDLD: Tu cortometraje estaba programado en una muestra que fue censurada con la clausura del MHOL. Finalmente, el público logró verlo hace una semana y fue visto nuevamente junto al resto de tus películas en una muestra retrospectiva en la Casa de la Literatura Peruana. En medio de esta vorágine censora desde ciertos grupos políticos conservadores con influencia en el poder, ¿por qué es importante la libertad de los artistas para expresarse?, ¿cuál es la función del arte en la sociedad?, ¿cuál es su influencia en un mundo donde ciertos sectores aún se resisten a reconocer la diversidad sexual y de género?
Gisella: El arte como libertad es importante porque explora emociones, estimula, crea empatía. El arte te da una voz propia y una sociedad necesita diferentes posturas. El arte es multidisciplinario, tiene capas: lo que para mí es arte, para otro puede ser aburrido y para otro una porquería. Es muy subjetivo. Y también está para transformar, liberar y denunciar. Esta sociedad limeña es aún retrógrada, homofóbica, machista, donde la diversidad sexual y de género es un pecado o un chiste y todo ello es inadmisible. Valorar las cualidades de los seres humanos es fundamental. Se ha sufrido por años, mas la lucha continua. No pedimos igualdad, pedimos respeto.
- CDLD: ¿Cuál de tus producciones es la que te ha dado más satisfacciones tanto en su realización como en la respuesta del público?, ¿qué otras experiencias con el público han propiciado tus cortometrajes una vez que han sido proyectados?
Gisella: Personalmente, me gusta El desahogo (2006) y Otro día (2023). Pero definitivamente al público le gustó mucho La marea (2019), cortometraje con el cual no quedé satisfecha por problemas técnicos que aún me amargan los días.
Me ha costado enseñar mis cortometrajes en mi juventud porque tenía alma anarquista, algo perfeccionista, cinéfila compulsiva y nada me gustaba. Sin embargo, muchos críticos en esa época vieron mis cortos como una revelación.
A inicios de marzo de este año, tuve una retrospectiva realizada por Cine Club Invisible gracias a Herbert Bazán, que me invitó a proyectar mis siete cortometrajes en la Casa de la Literatura Peruana, porque me considera una verdadera cineasta independiente, autogestionada, que nunca hizo sus trabajos con fondos del Estado, no porque no lo buscaba sino por auto exiliarme cinematográficamente. Y me animé, también, porque un par de curadores realizaron una muestra de cine del siglo XXI el año pasado e invisibilizaron mis cortos, excluyendo La marea de la sección LGTB, no por desconocimiento, sino por problemas con mi persona. Pero estuvo bien, porque eso me hizo despertar y recobrar mi pasión por dirigir. El público fue masivo en Casa de la Literatura Peruana, lo que me dio una sensación indescriptible. Sentí que debo seguir contando historias y creo que mi momento ha llegado, tampoco me queda mucho tiempo.
- CDLD: ¿Cómo ves el estado del cine nacional? ¿Qué desafíos tiene la comunidad cinematográfica en esta nueva coyuntura de inestabilidad institucional y jurídica? ¿Y qué papel juega la Asociación de Prensa Cinematográfica (Apreci), la cual integras?
Gisella: El cine nacional ha crecido notablemente, principalmente en regiones. En esas cinematografías se ha construido un universo personal muy creativo, arraigado en su cultura. El cine comercial también hace lo suyo, pero en lo personal no funciona. Cuenta con todas las herramientas de producción, pero fallan en la construcción de guión y dirección.
En una época de dictadura tanto desde el ejecutivo como del congreso, la comunidad cinematográfica debe mantenerse unida, luchar por seguir firme y no ceder a ningún tipo de censura. La nueva etapa de Apreci en los últimos años ha sido muy proactiva, pues estimula la crítica y el periodismo para el cine. Además, brinda reconocimientos a los cineastas nacionales y extranjeros con seriedad y transparencia. Y, desde nuestra trinchera, también denunciamos cualquier tipo de censura o maltrato a la comunidad cinematográfica. Siempre salimos al frente porque el amor por el cine es más fuerte.
- CDLD: ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Gisella: Tengo dos proyectos de películas. Una se encuentra en etapa de pre escritura del guión, porque es una película de costos elevados y se necesita un fondo, ya sea del Estado o privado. Y mi otro proyecto consistirá en grabar una película de guerrilla, un road movie periférico. Para este tengo el guión, he convocado a los actores, pero falta el dinero, como siempre. Esperemos poder conseguir por lo menos un monto este año (apelo a los amigos o a alguna alma caritativa) para rodar la película. Su post producción la buscaríamos postulando a un working in progress o tocando puertas amigas. Ya lo sentenció con total razón alguna vez el cineasta John Cassavetes: «No importa la edad que tengas, si puedes mantener el deseo de ser creativo, mantendrás vivo al niño que hay en ti».

