Por Jaime Higa
En 1987, ya no recuerdo cómo, llegué al Club Nazca que se reunía en el estudio del historietista Javier Prado en Pueblo Libre. Allí nos reuníamos un día cada fin de semana, al comienzo entre 15 y 25 historietistas que llevábamos revistas y libros importados de difícil acceso en Lima, para ser compartidas y conversar sobre nuestras historietas o autores preferidos.
Es así que al año siguiente, en 1988, el Club Nazca decide convocar a un concurso en el cual resulté ganador del primer premio con mi historieta «Sueño». Por esos años yo había participado en algunas revistas de comics como Rataplan, Etiqueta Negra1 1 y 2 e incluso en Cuero Negro, revista de música heavy metal con mi historieta «La Maladie de la Mort».
Esos años fueron de efervescencia a pesar de que afrontábamos los últimos años de la gestión presidencial de Alan García.
A mí me comenzó a interesar la historieta (mi formación académica es de pintor) a partir de que llegaron a Lima una serie de comics de tipo underground provenientes de España, el más conocido «Bésame mucho» y otros de más difíci acceso como El Víbora o Cairo. Me llamaba mucho la atención que se abordara con tanto desparpajo la sexualidad (recuerdo la Epopeya sadomasoquista de Popeye de Scaramuix, el cual cité en un grabado). El otro punto importante era el nivel de experimentación incluso con referentes que provenían de la pintura como en el caso del historietista que firmaba como Heriberto y publicaba en revistas como Madriz.
En el caso de la historieta «Sueño» ganadora del Primer Premio del Club Nazca en 1988, aunque había pensado en una posible publicación en el siguiente número de Etiqueta Negra, la crisis de los últimos años del gobierno de Alan García terminó con todas las publicaciones de esos años como Etiqueta Negra (dos números), Búmm! (un número) y Rataplan (un número). Es recién en el año 2010 que se publica «Sueño» en el número 13 de la revista Carboncito.
Pero el concurso del Club Nazca no solo permitió expresar una historieta del deseo homosexual, Ruben Sáez presentó en esa ocasión «Bésame Eva» una historia lésbica que tampoco pudo ser publicada en esos años y que el artista tuvo que rehacer cuando se enteró que su padre la había destruído, será recién en el 2011 que la nueva versión de «Bésame Eva» sería publicada en la revista Kiss Comix en España.
Si bien es cierto la historieta como lenguaje artístico, que reúne igualmente narración y visualidad, tiene gran acogida, las revistas especializadas han tenido muy poca difusión o regularidad, en ese sentido la revista Carboncito (que publicó en dos ocasiones historietas gay de mi autoría) y las publicaciones de novelas gráficas de la editorial Contracultura que cuenta con las novelas gráficas de Rodrigo La Hoz son esfuerzos plausibles que se han concretado durante largo tiempo.
A fines de los 80 e inicios de los 90 el Club Nazca, gracias al gran número de participantes, pudo organizar varias muestras que fueron requeridas por diversas instituciones, pero las historietas eran de muy diversos temas.
En tal sentido la muestra «Lakita y las historietas LGTB+ peruanas» es otra manera muy efectiva de acercar a un nutrido público a un tema que muchas veces ha sido evitado, pero que hoy debemos abordar con más libertad.
En esta muestra podríamos apreciar hasta tres vertientes, una más orientada digamos a la línea clara de corte occidental como en el caso de Lakita con un dibujo que inspira ternura gracias a la representación casi infantil de sus personajes, Chechi Chávez con una narrativa lineal y sugerente. Angelo Agüero que es una novela gráfica con el tema específico de amor y ruptura de una pareja gay y Martín Espinoza que es hereditario de la estética de los comics de superhéroes.
La segunda vertiente tiene que ver con el desparpajo y la expresión menos tradicional que los acerca al comic underground como es en los casos de La Fuega Ilustra, Limbo, Gladd y Rodrigo La Hoz.
Y la tercera vertiente tiene que ver con un estilo nuevo en Lima que se emparenta con el manga y que incluso en términos temáticos (el Yaoi) es una puerta para expresar sin dilaciones (aunque a veces subliminado) el deseo homosexual. En ese sentido la revista Sugoi ha sido un conducto regular para afianzar la estética del manga y la revista Dirty Time del Estudio Kampai ahonda en esa brecha abierta por Sugoi.
Como podemos ver en esta exposición ya contamos con variadas voces y estilos que nos dan cuenta de la probemática y la sensibilidad gay y que en la mayoría de casos ya cuentan con medios de difusión para expresarse.
1Nota de CDLD: La revista de cómics Etiqueta Negra de los 80, no tiene que ver con la revista Etiqueta Negra del siglo XXI.